Madre María Ràfols

Caridad sin fronteras.

María Ràfols nació el 5 de Noviembre de 1781 en una casa de labranza catalana llamada “El Molí d’en Rovira”, a un kilómetro de Vilafranca del Penedés (Barcelona). Era la sexta hija nacida del matrimonio formado por Cristóbal Ràfols y Margarita Bruna. Pero tres de los cinco hijos nacidos anteriormente habían fallecido, víctimas de la mortalidad infantil de la época.

Origen de la Hermandad

En la segunda mitad del siglo XVIII tuvo lugar en Cataluña un intenso movimiento de caridad. Grupos de artesanos, habituados a asistir a los enfermos cuando no trabajaban, se ofrecían como voluntarios para sustituir a los sirvientes empleados, formando pequeñas Hermandades.

Los Hospitales en esta época eran el albergue de toda clase de dolores, miserias y desgracias: refugio de transeúntes, casa de acogida para los huérfanos, espacio de recuperación para los enfermos, lugar de tratamiento para los dementes, acogida para la mujer marginada, maternidad para las madres solteras… Todas las obras sociales que hoy conocemos se concentraban en los Hospitales de entonces.

El Hospital de Nuestra Señora de Gracia

Zaragoza, desde el siglo XV, se sentía orgullosa de su Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, imponente edificio que llegaba desde la actual Plaza de España hasta la Huerta de Santa Engracia y sobre el que los Reyes, desde Alfonso V el Magnánimo, habían volcado sus privilegios y concesiones. Fue este mismo rey el que lo denominó “Domus infirmorum urbis et orbis” (“Casa de los enfermos de la ciudad y del mundo”) porque, efectivamente, eran acogidos por miles y atendidos con solicitud.

El Emperador Carlos V lo visitó y lo proclamó como “el más recomendable”. También los Papas promulgaron Bulas e indulgencias para sus bienhechores y amigos.
Pero a finales del siglo XVIII el funcionamiento del Hospital de Gracia había cambiado por completo. La situación interna era caótica. La inmoralidad y el desorden eran manifiestos. La Junta rectora, denominada “Ilustrísima Sitiada”, formada por nobles y destacados eclesiásticos, comprendieron que había que poner remedio urgente.
Y al tener noticia de las Hermandades Sanitarias en Cataluña, que atendían con ejemplar caridad a los enfermos, se pusieron en contacto con Mosén Juan Bonal que coordinaba estas Hermandades.
El P. Juan, después de hablar personalmente con la Junta, formó dos grupos, uno de doce Hermanos (que pronto se marcharían por las dificultades encontradas) y otro de doce Hermanas. Y al atardecer de un desapacible y lluvioso 28 de Diciembre, llegaban a Zaragoza y se arrodillaban ante la Virgen del Pilar, columna que les daría el cimiento para la gran obra que tuvo aquí sus comienzos: la Congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Era el año 1804.

María Ràfols, al frente del grupo, con sólo veintitrés años, tuvo que emprender una tarea que parecía superior a sus fuerzas. Sin embargo, supo sortear las dificultades con prudencia, caridad incansable, decisión y valentía. En una época en que la mujer sólo se ocupaba de las labores del hogar y no tenía entrada en el campo laboral, se preocupó de obtener una preparación técnica para realizar su trabajo lo mejor posible. Y dicen los documentos que las Hermanas obtuvieron mejores calificaciones “que los mancebos” en los exámenes de flebotomía, realizados ante la Junta del Hospital en pleno.

Casa de los enfermos de la ciudad y el mundo

La Guerra de la Independencia

En Mayo de 1808 comenzó la Guerra de la Independencia. Y en Junio las tropas francesas asediaron Zaragoza, comenzando el Primer Sitio de la ciudad. En Agosto el Hospital fue bombardeado e incendiado. María Ràfols y las demás Hermanas expusieron su vida, ayudando a trasladar a los enfermos entre los proyectiles y las ruinas, pidiendo limosna para ellos y privándose de su propio alimento. CASA DE LOS ENFERMOS DE LA CIUDAD Y DEL MUNDO

El ejército francés se retiró en Agosto, pero en Diciembre comenzó un nuevo asedio. Ante la trágica situación de la ciudad por la difusión de nuevas epidemias de peste, María Ràfols se arriesgó a pasar al campamento francés, acompañada de dos Hermanas, para pedir ayuda al Mariscal Lannes. Le fueron concedidos víveres y un salvoconducto, que aprovechó para acudir más veces al campamento francés e interceder por algunos prisioneros, logrando en algunos casos su libertad.

Por todo ello, el Ayuntamiento de Zaragoza, en 1908, centenario de los Sitios, concedió a las Hermanas, por su heroísmo, llevar en el escudo el laurel, símbolo de la victoria, y la palma, emblema del martirio ya que nueve de las 21 Hermanas que formaban entonces la Hermandad, todas ellas muy jóvenes, murieron víctimas de la caridad. A María Ràfols le fue concedido el título de “Heroína de los Sitios de Zaragoza”, porque no dudó en exponer su vida cuantas veces consideró necesario.

Julio García Condoy. “La Madre Ràfols ante el Mariscal Lannes”.

Oleo sobre lienzo. 175 x 134cms

  En la Inclusa

A partir de 1813 María Ràfols se dedicó por entero a los niños huérfanosy marginados de la Inclusa, uno de los departamentos más difícilesy delicados del mismo Hospital. Allí pasará prácticamente el resto desus años, entregada a los pequeños.
Su presencia se hace insustituible para lograr el buen orden y exige a la Junta las mejoras necesarias por el bien de los niños. Sigue además lospasos de los niños que se crían fuera, a cargo del mismo Hospital, oque se dan en adopción, defendiéndolos e incluso recogiéndolos cuandoentiende que no son bien cuidados y tratados.

Las guerras carlistas

María Ràfols sufrió las consecuencias de la primera guerra carlista (1833-1840), contienda civil entre los partidarios de Carlos Mª de Borbón (absolutistas) y los de Isabel II (liberales). En Mayo de 1834fue encarcelada “por ser protectora de los oprimidos en este periodo de turbulencias políticas”, dicen los documentos. Tuvo que pagar su caridad con los heridos de uno y otro bando con dos meses de cárcel, quesoportó con paz y sin una queja.

En ese mismo año tuvo lugar en Zaragoza la terrible epidemia de cólera que ya había asolado otras regiones de España. María Ràfols, libre ya de la cárcel aunque en espera de sentencia, se vuelca una vez más,junto con las Hermanas, en el cuidado de los contagiados.

La acumulación de los enfermos llegó a ser tal en aquellos días que hasta hubo que recurrir a estudiantes de Medicina que se ofrecían paraello, por resultar insuficiente el número de los médicos.

Al año siguiente se dictó sentencia. A pesar de ser declarada inocente,fue desterrada a su pueblo natal, pero gracias a la intercesión del Obispode la diócesis y alegando la debilidad de su salud, fue trasladada aHuesca donde pudo estar con la Hermandad fundada también por el P.Juan Bonal, en 1807, con Hermanas del Hospital de Gracia y otras venidasde tierras catalanas. Las Hermanas de Huesca, además de dedicarse a cuidar enfermos, se encargaban de la educación de los niños en la Casa Misericordia.

Los últimos años

En Abril de 1841 recibió el permiso de regreso y en Junio se reintegró en la Inclusa de Zaragoza, donde pasó los últimos años de su vida, dedicada a la formación y educación de los niños desamparados.

Una hemiplejía progresiva acabó con su quebrantada salud. En torno a su lecho de enferma se reunían las Hermanas al terminar cada jornada, para contarle las incidencias del día y escuchar sus palabras. Murió el 30 de agosto de1853, con 71 años de edad.

Su muerte fue un reflejo de su vida: serena, llena de paz, cariño y agradecimiento a las Hermanas, dejando la gran lección de la  CARIDAD SIN FRONTERAS 

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